lunes, octubre 04, 2010

LOS PROBLEMAS DE STEPHEN HAWKING

De: TemesD´Avui.org
Por: Enric Cases


La biografía de las personas explica muchas de sus soluciones a las cuestiones más importantes. Hay tres aspectos de la vida de Hawking a tener en cuenta: la influencia de su madre Isobel que era atea convencida y miembro, en los años treinta, del Partido comunista inglés; su tetraplejia, y haber dejado de participar hace muchos años —nació en 1942— en los medios investigadores físicos para dedicarse a la divulgación con bastante éxito.

Su teoría del Universo comienza en la no aceptación irrevocable de la no existencia de Dios Creador del Universo. Entre 1965 y 1970 colabora con Roger Penrose y George Ellis utilizando los teoremas de la singularidad. Una de las conclusiones que se deriva de sus trabajos es que aceptando la validez de las ecuaciones de la relatividad general de Einstein, algunas de las soluciones cosmológicas a dichas ecuaciones contienen implícita una singularidad espacio-temporal, algo así como un volumen infinitamente pequeño y una densidad infinitamente grande.





Muchos científicos y otros pensadores concluyeron que la teoría del Big Bang acercaba a la aceptación de un Dios Creador, aunque el método científico no fuese apto para decir sí o no. La lista sería larga. Pero Hawking no quiere aceptar a Dios y en 1983 junto a James Hartle intenta crear una cosmología cuántica combinando la teoría de la relatividad general de Einstein con la mecánica cuántica surgida de los trabajos de Planck. Afirman que el universo pudo surgir de una fluctuación del vacío mediante un proceso de tunelización cuántica cruzando la barrera de la no existencia a la de la existencia.

Su teoría más querida en este sentido es la de lo que ocurre en el "tiempo de los dragones", es decir desde el instante cero hasta el tiempo de Planck 10 a la menos 48 segundos (un segundo partido por 1 seguido de 48 ceros, poco pero algo). Hay que decir que a partir de ese instante temporal se conoce con bastante exactitud las bases de la física que rigen los procesos que ocurren en el universo, por ejemplo el del desacoplo de las cuatro fuerzas (electrofuerte, electrodébil, electromagnética y gravitatoria), la expansión y consecuente enfriamiento con aparición de partículas, átomos, moléculas etc.

Hawking sostiene que en ese tiempo se da otra singularidad al no existir las leyes de la relatividad general, se da un fenómeno desconocido quizá la cuantización de la gravedad o M-theory. Entonces añaden un nuevo concepto, el del espacio y el tiempo imaginarios y operan matemáticamente con ellos como si fuesen reales. En su construcción el tiempo asume funciones semejantes a las del espacio, ninguno de los dos tiene límites o contornos formando un espacio-tiempo cuadrimensional, algo finito, pero sin límites; aunque decir algo es un atrevimiento pues tendría entidad.

Como ese espacio tiempo cuadrimensional no presenta ningún punto singular, ninguna singularidad, quiere decir que está autocontenido, no hay principio ni comienzo. El comienzo del universo en el Big Bang estaría determinado por el estado del universo en el tiempo imaginario. Al carecer de límites, el universo sería un sistema completamente autocontenido que no estaría determinado por nada del universo físico que observamos, y su comienzo en el Big Bang dependería de su situación en el tiempo imaginario.

Al aplicar al entero universo una función ondulatoria cósmica, similar a la que la mecánica cuántica aplica a las partículas elementales, la distinción usual entre futuro y pasado dejaría de funcionar en el universo inicial. El universo comenzaría en un punto único, que no sería una singularidad como la del Big Bang, sino un punto ordinario en el espacio-tiempo.

A partir de ese punto, el universo se habría ido expandiendo suavemente, tomando prestada la energía del campo gravitatorio para crear materia. El resultado de este aumento progresivo de expansión y del préstamo de energía sería la inflación cósmica que, eventualmente, se habría ido moderando, desde el comienzo hasta el estado actual. Las irregularidades en el fondo cósmico de microondas, la radiación reliquia remanente de la bola de fuego del Big Bang, observadas por el satélite COBE, coinciden exactamente, según Hawking, con las predicciones teóricas de su hipótesis del no límite.




Hawking concluye en su "breve historia del tiempo" que Dios sería un ser impersonal, ahora parece que ha dado el salto a negar incluso ese Dios no personal a pesar de las múltiples críticas a su teoría desde la misma física y las matemáticas, además del pensamiento filosófico. La Real Academia sueca no le concedió el Nobel, que sí concedió a los descubridores de la radiación remanente, porque carece de comprobación experimental.


Podría decirse que igual ocurrió con Einstein y que la bomba atómica fue su comprobación, pero con Hawking no ocurre igual. Sirva un texto de Stanley Jaki para delimitar su teoría: «La mejor manera de desenmascarar el pensamiento de los científicos sin fe es mostrar cómo la base de su pensamiento no se puede probar científicamente. De manera injustificada abandonan el campo de sus propias disciplinas científicas y hacen deducciones filosóficas a priori en contra de las creencias cristianas... Es un principio de la ciencia que cualquier proposición científica ha de ser verificada mediante análisis cuantitativo. Cuando Stephen Hawking afirma que los orígenes del universo prueban que Dios no existe, esta proposición no puede ser probada científicamente... El que uno sea científico no quiere decir que cualquier afirmación que haga tenga que ser correcta. ¿Qué puede decir la ciencia sobre la Creación? La respuesta es nada. Los científicos no pueden observar nada».

LA HOJA DE NIGGLE: Un relato de J.R.R. Tolkien

Por Elena Liria

De Hoja de Niggle se dice que es parte de lo que Tolkien llamó el Árbol de los Relatos, de follaje innumerable, en el que cada hoja es todas las hojas. Y sobre todo, que es "una inspirada ejemplificación de una de las ideas fundamentales de Tolkien, la necesidad de que la obra de arte tenga 'la consistencia interior de la realidad'". Pero yo creo que, por sobre todo, Hoja de Niggle es un bellísimo cuento acerca de la esperanza.

Aunque publicado en 1964, fue escrito en 1939 en la pausa que siguió a la redacción de los primeros nueve capítulos de El Señor de los Anillos, y relata la vida y muerte de un artista. De él Tolkien dijo: «...se parece tan poco a ninguna otra historia que haya nunca escrito o empezado, que me asombraría que pudiera combinar con ellas». Y, aunque efectivamente, Hoja de Niggle es una excepción en la obra de Tolkien desde muy diferentes puntos de vista, es también el más fiel espejo de esa obra.


Es una excepción porque no hay escrituras y más reescrituras de la historia: «Desperté una mañana (…) con esa extraña obra prácticamente acabada en la cabeza. Sólo me llevó algunas horas apuntarla y copiarla luego.»

Tampoco aparecen elfos, ni hobbits; nada sobre el universo alrededor de la Tierra Media; nada acerca del ennoblecimiento heroico; ni sobre los Días Antiguos, ni melancolía por un pasado glorioso perdido para siempre.

No, ésta es, sin más, la historia de un artista sencillo al que le gusta pintar hojas... y termina vislumbrando y apuntando todo un paisaje alrededor de esa hoja.

Y es un espejo porque también Tolkien, que se definía a sí mismo como un hombre sencillo que disfrutaba inventando lenguas, y acabó "subcreando" todo un mundo en el que estas pudieran haber nacido y evolucionado –Ëa y, sobre todo, la Tierra Media–, plasma en Hoja de Niggle su pensamiento sobre su propia obra subcreativa y su concepción sobre la subcreación en vida, y sobre la realidad que tiene dicha subcreación en el estado después de la muerte; pero no la hace parte de esa subcreación.

Ya desde la primera vez que se lee el relato, uno no puede evitar la identificación entre autor y protagonista. Ambos se sienten absorbidos por la dedicación a una obra artística, preocupados por el miedo a no acabarla, y continuamente interrumpidos en su labor por la imperiosa necesidad de las ineludibles labores cotidianas. Estas "incomprensivas" obligaciones, que constantemente importunan al artista en su trabajo, un trabajo que para ellas carece de interés e importancia, (y que en el caso de Tolkien están disipadas en un conglomerado de deberes académicos, intercambio epistolar con admiradores de su obra y otros menesteres menores) tienen para Niggle el nombre propio de su vecino, el Sr. Parish.


Tolkien dice aún: « (...) esa historia fue lo único que hice en mi vida que no me costara en absoluto ningún esfuerzo». En cierto modo la Hoja de Niggle es así la hoja de Tolkien. Pero yo diría que lo es más porque si la Hoja pintada por Niggle era sutil, delicada, llena de matices... sutil y llena de matices está la literatura que el profesor de Oxford nos ha legado, aunque el inmenso paisaje apuntado, como el de Niggle, no esté completo. ¿Podremos con nuestras aportaciones equipararnos finalmente al Sr. Parish?. Quizá. Él esperaba que otros rellenaran los huecos, como manifestó en más de una ocasión. Finalmente, también es su hoja porque la poética exquisita con que Tolkien lo elabora conforma un relato tan delicioso como maravillosa es la hoja imaginada.

En español, este relato puede encontrarse en dos volúmenes diferentes: uno que agrupa Egidio, el granjero de Ham, el propio Hoja de Niggle y El herrero de Wootton Mayor; y otro titulado Árbol y Hoja, en el que se incluyen, además del que nos atañe, un ensayo sobre los cuentos de hadas y el poema Mitopoeia. Ambos rondan los 10 euros.

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LA SORPRESA DE "LE MONDE": Des hommes et des dieux

El diario francés Le Monde muestra una gran sorpresa al constatar el triunfo de taquilla de una película que trata de siete monjes franceses. No le falta razón al diario parisino, pues en "Des hommes et des dieux", de Xavier Beauvois, no revientan helicópteros ni se incendian gasolineras...


Es una película lenta, con pausas, narrada en forma sencilla, sobre los siete monjes asesinados en Algeria en 1996. No se trata de la historia de la tragedia, sino de una reflexión sobre las razones que les llevaron a permanecer en el monasterio a pesar de las amenazas.

El diario informa de que la película fue distribuida en 256 cines de Francia. En la primera semana ocupó el primer puesto en el box office (468 mil espectadores), por encima de "Salt" o "Inception". Visto el éxito, en la segunda semana los cines fueron 424 (y los espectadores 481 mil).

Hoy los cines que ofrecen el film son 464. Aumentar tres veces el número de cines no es normal para una película de este tipo. Las perspectivas son muy alentadoras: después de haber triunfado en Cannes, el film será un buen candidato a los premios Cesar franceses y representará a Francia en los Oscar.

Pero ya se sabe que el éxito de crítica (Cannes) no garantiza el éxito de público. En este caso, parece que la clave está siendo —según Le Monde— el "público católico", que va poco al cine pero que se está movilizando en este caso.


 
En opinión de un eclesiástico citado por el periódico, «la película plantea preguntas críticas sobre el sentido de la vida, la fraternidad, las relaciones con el Islam. Creyentes y no creyentes se sienten interpelados por un film que tiene diversos niveles de lectura».


LA ROPA, SEGUNDA PIEL Y COMUNICADORA DE IDENTIDAD


"Mi abuelo y mi papá fueron comerciantes de ropa. Crecí entre ropas y rollos de telas. Seguramente eso de vivir en contacto en las telas ha sido determinante en mi vocación. Desde chiquita he hecho costura y me ha interesado el ámbito del vestido". De esa manera, Alejandra Mizrahi explica de dónde le viene la afición por la ropa. Sin embargo, lejos está de diseñar, coser o vender vestidos: ella ha emprendido el intrincado camino de la investigación a través del arte. "En un tiempo tenía una marca -’Angina Beatriz’- pero no podía producir masivamente porque me gustaban los pequeños retazos, no el rollo de tela-confiesa-. Me gusta hacer prendas para ejercer un pensamiento sobre ellas, para reflexionar sobre la indumentaria, el cuerpo y el contexto. Me preguntan qué se vende, y yo no vendo nada", afirma la artista.


"En la Facultad de Artes encontré un espacio para aglutinar diseño y arte. Empecé a hacer prendas donde vedaba alguna parte: cerraba el cuello y las mangas", recuerda la artista, que acaba de presentar en el Virla la muestra "Urdimbre/trama", en la que sintetiza lo que siempre le interesó de la indumentaria: utilizarla como medio de expresión para sus obras.

Cursó diseño en la escuela de Piazza y, en busca de un marco conceptual para la práctica, en Barcelona desarrolló un máster sobre la indumentaria como construcción de identidad. Allí se relacionó con otros artistas contemporáneos que trabajan con indumentaria en arte contemporáneo. En este momento está haciendo la tesis doctora, donde estudia el género de la performance relacionado con la indumentaria.

Moda, diseño y arte

La moda como fenómeno sociológico o de mercado no es materia de estudio de Mizrahi, y explica por qué. "Hay mucho estudio de la moda desde la sociología o del vestido desde la antropología. Pero desde el arte y la estética hay un vacío que me interesa profundizar", define, y reflexiona que el auge del diseño se debe a que se busca sobre todo, generar un lenguaje propio del lugar donde se vive. "Los diseñadores importantes son los que logran eso, no los que copian diseños", sentencia.

En el NOA

Mizrahi observa que en el norte argentino hay una fuerte influencia de lo autóctono en el diseño, "y tiene que haberla -reconoce- pero también hay artistas más autónomos que trabajan investigando, por ejemplo, el interior del ser, y se despegan del paisaje o las raíces de la tierra".

Comunicar con el atuendo

"Según cómo se viste una persona comunica algo, dice sobre su procedencia o da datos sobre su identidad. Esto tiene una tradición desde la semiótica (Burt, Eco, etcétera). Yo agrego el lenguaje performativo porque me parece que no sólo decimos cosas cuando no vestimos sino que las hacemos, lo que tiene una implicancia real en la vida cotidiana", afirma Mizrahi, y explica que performance artística es un género que surge en los años 70 en el que el artista trabaja con su cuerpo y con elementos de la realidad en tiempo y espacio, conformando una presentación irrepetible.

Un asunto personal

Por último, Mizrahi hace hincapié en que no estudia cómo se viste ’la gente’ sino cómo se viste ’uno’; qué hace elegir una ropa u otra; cómo la persona se inscribe estéticamente en el medio y se presenta ante los demás a partir de la indumentaria. "La ropa es la segunda piel, la piel que ’yo’ elijo para mostrarme de una determinada manera. En cambio, en el arte se pueden usar colores o texturas determinados para cargar simbólicamente el objeto-vestido para generar un discurso. Ahí está el paradigma del arte".

REMAR CONTRA CORRIENTE: William Wilberforce


William Wilberforce era un estudiante en la Universidad de Cambridge que procedía de una familia acomodada de Yorkshire. Desde muy joven demostró unas brillantes dotes como orador, hasta el punto de que fue nombrado miembro del parlamento británico a los 21 años. Su disoluto estilo de vida cambió completamente cuando, un tiempo después, se convirtió a la fe cristiana y comenzó a interesarse por la reforma social, en particular por la mejora de las condiciones laborales en las fábricas de Gran Bretaña.

Conoció por entonces a Thomas Clarkson y, gracias a él, se interesó también de modo especial por el siniestro negocio de la trata de esclavos, una lacra que afectaba por entonces a todo el mundo occidental, y en particular al Imperio Británico. Ambos amigos iniciaron intensas campañas para que se pusiera fin al comercio de buques que transportaban en terribles condiciones a millares de esclavos negros desde África hasta las Indias Occidentales. En aquellos barcos viajaban como simples mercancías y, a su llegada a los mercados occidentales, eran vendidos para trabajar en las fábricas y plantaciones, careciendo de todo derecho.

Desde su escaño en el Parlamento Británico, Wilberforce tuvo la audacia y la constancia de liderar una larga y difícil batalla en contra de las leyes británicas que amparaban la esclavitud, aun sabiendo que la mayoría de los parlamentarios tenían importantes intereses económicos personales en muchos negocios que dependían de la mano de obra procedente de ese comercio que, lamentablemente, además de muy lucrativo, era un importante pilar de la economía de la época.

En 1791, Wilberforce propuso a la Cámara de los Comunes su primer proyecto de ley para abolir el comercio de esclavos. La propuesta fue rechazada con toda rotundidad, pero él no se arredró. Siguió defendiendo enérgicamente su propuesta, que todos consideraban una osadía intolerable, hasta que finalmente, en el año 1807, su proyecto de ley fue aprobado por el Parlamento Británico y la trata de esclavos fue abolida.

Habían sido 16 años de lucha incesante, en los que sufrió innumerables ataques y contratiempos. Además, el gran avance que supuso esa nueva ley, no liberó todavía a quienes entonces eran esclavos. Tuvieron que transcurrir aún 26 años más, hasta que, en 1833, se aprobó un acta para dar la libertad a todos los esclavos en el Imperio Británico. Concluida esa batalla a la que Wilberforce había dedicado 42 años de su vida y gran parte de sus energías, falleció pocas semanas después y fue enterrado con todos los honores en la Abadía de Westminster.


La película “Amazing Grace” ha recogido de forma brillante lo que fue su vida, un remar contra corriente, luchando contra algo que por entonces se consideraba normal e inevitable. Tuvo que resistir los ataques de quienes le veían como un inoportuno, como un personaje extemporáneo que venía a perturbar sus adormiladas conciencias y a arruinar sus pujantes negocios. Pero, por fortuna, su constancia superó lo políticamente correcto y rompió unas barreras que por entonces se pensaba que durarían siglos.

Ioan Gruffudd interpreta a Willian Wilberforce en "Amazing Grace"

Cada época se caracteriza tanto por sus intuiciones como por sus ofuscaciones. La historia muestra cómo pueblos enteros han permanecido durante períodos muy largos sumidos en errores sorprendentes. Y muestra también cómo han sido personas singulares las que, con su coraje y su entrega, han logrado despertar a sociedades que asistían amodorradas a espectáculos bochornosos.

Es indudable que, en esto, nuestra época no es distinta a las anteriores, y que hoy dependemos igualmente de que surjan esas personas que tengan la valentía de decir que no se puede matar al no nacido, que los embriones no son un material de laboratorio o de comercio, que los enfermos terminales tienen una dignidad, o que no se pueden imponer políticas que degradan la dignidad de la familia o de la escuela. Por fortuna, remar contra corriente es algo que está dentro del ser humano, y una de sus principales fortalezas y garantías de su dignidad, que le permiten salir de los escollos y revueltas del transcurrir de su historia.

miércoles, mayo 05, 2010

PARA SER FELIZ

Por Enrique Cases

La persona humana quiere y puede ser feliz. Es conocido el dicho de San Agustín de que cualquier hombre al preguntarle si quería ser feliz, inmediatamente respondía que sí.También son conocidas las respuestas de los griegos para ser feliz desde el epicureísmo con su hedonismo moderado, hasta la mística dionisíaca con el placer desenfrenado, sin importar nada de nada. La mayoría, sin embargo, pretende una moderación. Éticas más depuradas como la de Aristóteles unen la felicidad al bien. Platón muestra una vía de progresión y superación hasta llegar a la contemplación de la Verdad y del Bien que llena de felicidad, como ya había adelantado Sócrates.
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En nuestros tiempos no hay diferencias sustanciales. Sin embargo conviene que empecemos diciendo que la felicidad no es el fin del hombre, sencillamente porque es una consecuencia del fin que es amar eternamente. Aldous Huxley en su Mundo feliz, tecnológicamente perfecto, muestra lo profundamente infeliz que puede ser el hombre en la sociedad tecnológica, aunque no se prive de ningún capricho, ni progreso para satisfacer su ego y su sensualidad. Describe ironías desesperanzadas, que a él mismo le llevaron al suicidio años después.

Todo lo que no es amor verdadero acaba en insatisfacción y frustración, aunque, si se consigue algo de placer pueda reaccionarse con risas y desprecios, pero el placer siempre es efímero, y la felicidad pide duración, pide que desaparezca la amenaza de acabarse y desaparecer o morir, que de momento, es el signo de lo terreno. San Agustín lo dice en palabras inmortales: “nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Santo Tomás siguiendo la estela de Aristóteles, pero con un conocimiento de Dios muchísimo más profundo, analiza lo que puede hacer feliz al hombre de un modo riguroso y llega a que sólo se encuentra en el Bien absoluto que es Dios.

Sin embargo, es patente que en nuestros tiempos se entrecruzan continuamente dos corrientes, una pesimista y otras que no podemos llamar optimistas, sino desencantadas, que quiere disfrutar ahora y rápido en lo que sea. Equivale al suplicio de Tántalo el hijo de Zeus que incurrió en un acto de locura al ofrecer en un banquete la carne guisada de su hijo, Pélope. Tántalo es castigado en lo más profundo del reino del Hades, está condenado a sufrir terrible hambre y sed, encadenado bajo árboles frutales y junto a un río. Pero los árboles crecen cuando él estira sus manos hacia ellos y el río desaparece cuando se agacha a beber. Algo así ocurre en las propuestas de felicidad imposible de los materialismos o de las éticas sin Dios, ambas actitudes tienen la misma raíz de desconocimiento de lo que es la persona humana.

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En ambientes no cristianos... la situación es mucho menos halagüeña. Los animistas se mueven en el temor, y la hechicería hace estragos, como se puede observar en el vudú y otras supersticiones. En los lugares donde hay castas y la asombrosa creencia de la reencarnación, se deja a multitudes en la indigencia, pues “algo habrán hecho” en su vida anterior. La meta del budismo es la indiferencia, tan lejana al amor. En los panteísmos –la gran tentación del hombre; el materialismo es un panteísmo al revés– el destino es fundirse en un todo, que más bien es nada. El confucianismo en su sentido del deber y del honor tiende también a formas de puritanismo con sus ventajas y desventajas. El irracionalismo tipo New Age oscila entre el desenfreno y el suicidio o amor a la muerte.

Los nihilismos heideggerianos y sartrianos asumen las angustia y el vivir para la muerte como desaparición, lo que no es nada feliz. El nihilismo regocijante del posmodernismo da pie a una nueva forma de los libertinos. Y la mística dionisíaca propugnada amargamente por Nietzsche es también ambivalente. Su vivir alegre es por definición efímero con una máscara de fiesta que esconde inquietud y saberse derrotado antes de empezar; por ello intentan no pensar más que en un “ahora” que continuamente está pasando, dejando ruinas alrededor. La droga sería su fruto necesario, si no fuera por una agradecida incoherencia con el pensamiento.

Los problemas, se quiera o no, se repiten, y cuando no se tiene una idea cabal del hombre como persona, meten en callejones sin salida. Si, además, la noción de Dios es deformada se hace necesaria una regeneración intelectual por la vía del hombre como orante que busca con sinceridad. La esperanza sólo es posible con Dios que llama al hombre a su intimidad y su vida. La confianza en el placer, honor, fama, etc., como fuentes de felicidad es volátil ya que contiene nada más nada; por lo tanto, poner en ellas todo el deseo aleja de la felicidad.

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La alegría es conmoción del corazón, gozo en la contemplación, emoción ante la belleza, éxtasis, que, en sus muy diversos grados, permite salir del pozo del yo cerrado del egocentrismo, para paladear el amor de dar, de darse, de dar ser, de vivir en kairós que es preludio de la eternidad como perfecta vida plenamente poseída. ¿Es el cielo? No, ciertamente. Pero lo anuncia. Además, se hace compatible con el dolor en la situación terrena, no se trata de la salud, siempre precaria, sino de superar lo más adverso en su realidad, como veremos, en el ser doliente.

La tristeza es pantanosa, oscurece el alma, paraliza, lleva a decisiones de huída o de ira, es amarga. Cierto que existe una tristeza positiva en cuanto duele el mal objetivo que está ante los ojos, pero ésta es una tristeza amorosa, un dolor de amor, que es como una perfección, una compasión de padecer con quién amo y sufre. En el fondo no hay amargura, sino paz en una paradoja de experiencia constante.

La alegría es fruto de amar y ser amado. Surge de la contemplación de la verdad. Necesita el acompañamiento del cuerpo, aunque no siempre. Es dilatación del alma, es esponjamiento ante la sinceridad. Es necesario vivir en alegría, pero es un fruto y una conquista del hombre verdaderamente libre. Al elevar el alma a Dios comprende la realidad y asume la dificultad, también cuando es dolorosa. La superación de las heridas del alma -resentimientos, rencores, inquietud corporal, torpeza de la mente, ociosidad, se superan por la esperanza que hace vibrar el alma, por la libertad que quiere superarse, por el amor que espera más amor, por la lucha en lo que parece pequeño a los ojos semicerrados por el egotismo.

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Pero podemos ir más lejos. Es cierto que los sentidos pueden dar un cierto grado de felicidad en tanto proporcionan placeres moderados, pues cuando hay exceso de luz, de gusto, de tacto, de olor, de sonido producen dolor. Pero además, el placer de los sentidos es corto y volátil. Muchas veces se busca y no se encuentra, o se escapa como el gorrión en la mano. La imaginación y la memoria pueden proporcionar también un cierto grado de felicidad, pero muy unido a los placeres físicos, con el inconveniente que son más irreales, aunque sean muy fantásticos. La contemplación intelectual de la verdad proporciona verdadero gozo, más que placer, ahí sitúa Platón el ascenso a que conduce su ética liberándose de los engaños del cuerpo-cárcel, pero es ideal, no real, y nunca se puede abarcar toda la verdad, además de ser un camino costoso. Saber algunas cosas en esta tierra produce dolor y pena. La voluntad es atraída por el bien y goza más intensamente que la inteligencia porque lo posee, más que mirarlo o contemplarlo, además se hace buena al querer con un acto que ya es amor más que teoría.

Pero la raíz de la felicidad está en la intimidad del ser humano. El acto de ser que constituye la persona es la fuente del amor verdadero y el principal receptor. Se ama a alguien, no a su cuerpo, o su inteligencia, o su dinero. En un primer momento la felicidad brota del interior, de saberse vivo, de dar, de darse y dar ser como hemos dicho varias veces. Y eso es compatible con contrariedades externas. Amar hace feliz, aunque no haya correspondencia, como puede ser el amor a un subnormal profundo, o a un moribundo, o a un niño. Pero más aún si es correspondido. Saberse amado, no como un objeto de uso, hace feliz, permite la compenetración, el regalo mutuo, la comunión de personas, la amistad en sus mil formas.

El goce supremo va más allá aún: se trata que el amor comience en quién tiene más capacidad de dar y de darse y cada uno corresponda en la medida de sus posibilidades. Evidentemente estamos hablando de Dios, que en su Trinidad es Amante, Amado y Amador, y ama de una única y triple manera incondicionalmente, aunque el hombre se pueda cerrar a este amor. La vida feliz ya no es sólo una vida correcta y honesta, atemperada y sensata solamente, que lo es, ciertamente. Es mucho más, es beber en la fuente de la alegría sin restos de amor propio que pueden envenenar cualquier amor humano. La felicidad requiere humildad, como requiere amor. Requiere la presencia de la felicidad divina en el alma libre que la acoge y la irradia en todas las potencias humanas desde las más espirituales hasta las más sensibles; y en ese gozo laborioso y gracioso también irradia a los demás, que si no envidian –al modo de Judas a Jesús- se sentirán movidos a corresponder en una espiral de donaciones y de alegría honda.

El amor de Dios es muy distinto del humano en cuanto hace arder la esperanza, da gozo, pero se sabe que se gozará más y más, y para siempre hasta el colmo de la propia posibilidad y de una manera interpersonal amplísima. El amor humano, el generoso, está amenazado continuamente (vejez, achaques, falta de medios económicos, traiciones, locuras, y, sobre todo, la muerte que es el gran dolor de los enamorados). La esperanza de felicidad lleva a la escatología, sin la cual no se puede entender al ser humano. Dios promete al hombre que libremente quiera acoger el amor y la felicidad del cielo, la resurrección de la carne, la supresión de la muerte y con ella del mal en los nuevos cielos y la nueva tierra en su Segunda venida gloriosa. Así, aún en lo efímero y en la constatación de la persistente maldad en el mundo, pervive una esperanza que hace feliz en una realidad que tiene su garantía en Dios, no en ilusiones como una y otra vez prometen las ideologías.

La felicidad es un regalo que viene muchas veces cuando no es buscado, y que se debe tomar como se coge un pajarillo entre las manos, ni demasiado fuerte, pues muere, ni demasiado flojo, pues huye. Es un don de Dios al alma preparada. El obseso de la felicidad es como el que busca separarse de su sombra, nunca lo consigue. La felicidad es un fruto y una promesa. La felicidad tiene niveles que van desde lo más íntimo hasta lo más corporal. La felicidad en la vida mortal siempre pide más, porque es insaciable y sólo puede alcanzar su plenitud en la posesión de la comunión con Dios en la vida eterna.

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EL CIRCO DE LA MARIPOSA (PARTE i)

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CORTO METRAJE DE EDUARDO VERÁSTEGUI. AQUÍ EN DOS PARTES:
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EL CIRCO DE LA MARIPOSA (II PARTE)

AQUÍ LA SEGUNDA PARTE:

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¿POR QUÉ?: A PROPÓSITO DEL MES DE MAYO

UN RECORRIDO ALUCINANTE POR LA CAPILLA SIXTINA

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No sé si han tenido la suerte de visitar la Capilla Sixtina en los Museos Vaticanos de Roma. Sólo puedo decirles que es una de las obras de arte más impresionantes de la historia del mundo.

Aquí un verdadero tour virtual:

CAPELLA SISTINA

Pueden ir con el mouse a la zona que deseen: subir, bajar, girar...se ven las cuatro paredes, el suelo y el techo. También aumentar y ver el detalle o alejar (cuidado que les puede dar mareo). Se puede variar el modo de deslizamiento del mouse.
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Más datos de la Capilla Sixtina
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LA TOLERANCIA COMO EXCUSA PARA NO ESCUCHAR (parte I)

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Un hombre que nunca cambia de opinión,
en vez de demostrar la calidad de su opinión
demuestra la poca calidad de su mente.
Marcel Achard


1   Una nueva forma de arrogancia





No sé si ustedes han tenido alguna vez –se preguntaba Josep M. Lozano en un artículo en La Vanguardia– la misma sensación que yo cuando han seguido algún debate.

A veces, cuando alguien se dirige a su interlocutor diciendo: "yo respeto mucho su opinión, pero...", lo hace con un tono que parece más bien estar queriendo expresarle algo así como "usted puede decir lo que quiera, que a mí no me interesa lo más mínimo".

Lo malo es que quizá esas personas piensan que con esa entradilla del "yo respeto mucho su opinión, pero..." realizan ya un brillante ejercicio de tolerancia.

Hay quien confunde ser tolerante con una curiosa forma de arrogancia: le permito a usted que hable, pero no cometa el error de creer que va a servir de algo. Y reducen así la tolerancia a una simple cortesía, o a respetar un turno de palabra: hable usted, aunque no me interesa lo que vaya a decir, que después me toca a mí.

Otros utilizan la tolerancia, reclamando indulgencia para los demás, con la secreta intención de que les beneficie a ellos mismos, como una especie de blindaje para el propio comportamiento moral personal: ¿no decimos que vivimos en una sociedad plural y tolerante?, pues que nadie se meta conmigo, que yo no tengo por qué cuestionarme nada de lo que hago.

La tolerancia, así entendida y practicada, constituye una magnífica coartada para el encastillamiento intelectual, para la mediocridad, para el relativismo moral más absoluto. Hace que los debates públicos convocados en nombre del pluralismo queden reducidos a una colección de monólogos en compañía. En nombre de la tolerancia y del pluralismo, esas personas imposibilitan cualquier debate medianamente serio, cuando supuestamente se trataba de potenciarlo y enriquecerlo.

Con esa actitud, el supuesto respeto a los demás no expresa una actitud de respeto hacia sus planteamientos, sino más bien una engreída afirmación de los propios: como nada ni nadie me puede hacer cambiar de opinión, por eso le permito hablar. El diálogo que así se produce queda vacío de contenido, porque falla un supuesto indispensable:

Estar realmente dispuestos
a escuchar.

Otros, más groseros, se escudan en la tolerancia para no respetar las normas de cortesía y convivencia más elementales.

Otros, por último, utilizan la palabra tolerancia y la palabra respeto para maquillar algo mucho más prosaico: la indiferencia mutua, el "vive y deja vivir" de la vieja tolerancia liberal vienesa. El problema es que, como decía Alfred Polgar, fácilmente puede convertirse en cínica indiferencia, en el "muere y deja morir".

Alfonso Aguiló
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